Se levanta temprano, antes que todos, antes que el sol incluso. A pesar de ello se ha vestido de gala, su blanco vestido contrasta con los colores que brotan en cada palmo de su piel, colores que despiertan los sentidos y se vuelven aromas y sabores varios.
Es un tianguis que ofrece productos para los habitantes de la región y para el turismo nacional y extranjero”. Después del café sigue el atole o algún bocadillo para aguantar la jornada. Los puestos con diversos productos van adquiriendo forma. Llama la atención la manera en la que se colocan. .
“ Es un tianguis tradicional de día domingo. Se coloca en la plaza principal del pueblo y calles adyacentes. Venden por igual los productos hombres y mujeres. Se ofrecen productos vegetales característicos de clima tropical. Se venden productos de recolección y cultivados, productos manufacturados (huipiles, rebozos, blusas, y artesanías nahuas y totonacas variadas), vainilla, café, cocoyoles, tequelites, flores (orquídeas), collares y pulseras de semillas nativas. ”
Por sus venas corren voces igual de multicolores: náhuatl, totonaco, español incluso, tal vez un poco de francés, inglés o algún despistado que tiene la curiosidad por conocerlo. Su perfume es el café, porque en Cuetzalan nada funciona sin café. Miles de manos, miles de ojos, miles de pies conforman su cuerpo, aparecen por las callejuelas cargando bultos, arrastrando carretillas, conformando su esencia, su estructura, su alma. Es un ser vivo y antiguo, de tradición milenaria, tianquiztli lo llamaban los antiguos y así es como todavía se le conoce entre los mexicanos de hoy y en casi cada rincón de nuestro país.
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